Así emitimos, así recibimos

Escrito por el 12 - 04 - 2016 en blog | Un comentario

Ya forma parte de lo habitual contemplar escenas en las que el protagonista es nuestro interés por revisar las últimas novedades en el móvil, comunicarnos con esa persona con la que tenemos urgencia de contactar, la necesidad de “fotografiar” el instante para compartirlo, no vaya a ser que los demás no se enteren, y nuestro disfrute no sea completo. Mientras tanto, la persona o personas que nos acompañan hacen también lo mismo,y entramos todos en una dinámica que nos aleja emocionalmente, aunque físicamente estemos ahí.

Entonces no puedo evitar pensar en la suerte que tenemos de disponer de toda esta tecnología que nos permite tener a nuestro alcance todo un mundo virtual- real,  a golpe de click, y pienso también que la tecnología es neutra, pero el uso que nosotros le damos, eso ya es harina de otro costal, ¡eso sí que marca la diferencia!

Tengo una especie de neurona que me grita enfadada y me dice que hay algo que no va bien cuando presto más atención a los mensajes escritos (que por cierto tienen múltiples interpretaciones, con sus consiguientes conflictos y malos entendidos) que a la comunicación cara a cara con la persona en cuestión.

Hace unos días, alguien me decía que su pareja le había dejado por whatsaap, de hecho, ¡le había pedido el divorcio por whatsaap! Me costó integrar esto, supongo que algo así, es fruto de la calidad de comunicación que construimos en nuestras relaciones ¿No os parece alarmante?

Porque resulta que a día de hoy, todavía no he encontrado un sustituto tecnológico, para transmitir ternura o comprensión de un modo genuino. Nada comparable al mensaje que emite una mirada o un gesto;  o al contacto oportuno ante una frase reveladora que de una forma espontánea fluye al hilo de la conversación.  Nada tan reconfortante como la conexión real que nos ofrece una buena charla.

Sonrisas de complicidad, dolor compartido, reconocimiento, consuelo, acompañamiento, escucha activa, conocimiento real de la otra persona, intercambio de inquietudes, el placer de conversar, la práctica del respeto a la opinión del otro@, la oportunidad de aclaración cuando el tema así lo requiere… y así podría seguir y seguir, enumerando todas esas sensaciones que todos merecemos sentir cuando disfrutamos de una buena compañía, ¿no vale la pena acotar un poco el uso del móvil? Si conectamos con la persona, se me ocurre que podríamos desconectar durante un rato con el móvil.

Si el nivel de bienestar emocional fuese algo objetivo y susceptible de medida, seguramente los marcadores subirían notablemente después de esas conversaciones “presenciales” que nos permiten escuchar y ser escuchados.

Y, por favor, no me interpretéis mal, yo soy una defensora de las nuevas tecnologías, bastante torpe para usarlas, pero muy afortunada de poder acceder a ellas. Sin embargo, hay ciertos momentos en nuestro día a día, en los que podríamos vetar un poco su uso, para prestar más atención a las personas que de forma presencial  tenemos a nuestro lado, esas personas que están ahí,  “piel con piel”: hij@s, amig@s, pareja…. Se me ocurre, que gestionando de un modo más racional el uso del móvil, el mensaje que proyectamos sobre los demás es mucho más respetuoso y humano. Se me ocurre también aquello de que dependiendo de lo que emitimos, así recibimos.

“Las huellas que dejas en tu camino, son tan únicas como el sendero por el que transitas”

Kewin Hall

 

Pilar Crespo

Psicóloga en La Habitación Psicología

 

1 Comentario

  1. Matilde
    abril 18, 2016

    Cuanto me ha gustado leer este post y que oportuno para hacernos reflexionar sobre algo en lo que todos participamos a pesar de esa neurona enfadada que con tanto acierto citas. Gracias por este blog que nos ayuda a mejorar cada dia.

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